Ya lo dijo Demócrito: "Hay hombres que trabajan como si fueran a vivir eternamente, y ningún soporte de audio será eterno" ¡Cuánta razón tenía!
Cuando comencé con la Pai recuerdo que antes de una actuación había que rebobinar las diecisiete cintas de casete, cada una con una pista, y con un boli avanzar manualmente hasta la unión entre el extremo del plástico y el comienzo de la propia cinta magnética. Comprábamos cintas de metal que costaban una pasta y grabábamos en Dolby C. Cada tantos bolos había que regrabar porque se iba perdiendo calidad.
Aunque ya existía el CD era impensable grabar tu propio disco para un espectáculo. Una grabadora costaba sobre el medio millón de pesetas. Pero si el escenario no era estable el lector vibraba y el disco saltaba. Eso sí, había algunos que tenían una función maravillosa, se llamaba "Pausa Automática" y permitía que al terminar la reproducción de una pista se quedase preparada la siguiente para lanzarla en el momento adecuado. Pero los que eran asequibles de precio resultaban insufribles en los meneos sobre un escenario.
Apareció entonces el MiniDisc. Un invento que parecía que iba a revolucionar el mercado y no lo consiguió, pero que sí que consiguió que las compañías de teatro lo usáramos (y lo sigamos usando). Era un disco en un cartucho, con lo que ya iba más protegido que los CDs, y desde el reproductor se podía editar el contenido, incluso alguno de gama alta permitía cambiar el volumen de una pista. Los reproductores domésticos tenían también la Pausa Automática que tan útil nos resultaba, pero el lector no era muy resistente. Los portátiles eran fantásticos en cuanto a reproducción, no saltaban, pero era muy extraño encontrar uno con la famosa Pausa Automática, que ya empezaba a obsesionarnos. Finalmente dimos con uno profesional que lleva acompañándonos catorce años y que seguimos usando para algunos espectáculos después de haber hecho miles de bolos. Pero desde hace unos años ya no somos tan fieles...
Llegó el mp3, con sus distintas calidades de audio, y con una serie de ventajas tremendas. Barato, lee de una memoria, no hay partes mecánicas y no hay saltos en la reproducción. Peeeero eran pequeños, incómodos de manejo y ¡NO TENÍAN PAUSA AUTOMÁTICA! excepto los profesionales, que ya nos hicimos con uno. Ese sí, lo tiene todo. Incluso suena bien. En una memoria USB llevas todos los espectáculos y en otra tienes una copia de seguridad. El problema era cuando en un mismo día hacían falta cuatro reproductores en cuatro sitios distintos. Pero un Mp3 lo tiene cualquiera, aunque sin la dichosa funcioncita... ¿cómo solucionarlo?
Llegaron los teléfonos con Android que como reproductores son fantásticos y te permitían llevar no sólo la copia de seguridad del audio, sino del reproductor entero. Pero no encontraba ningún reproductor con la Pausa Automática que ya me quitaba el sueño, y me lancé a programar mi propio reproductor para Android, con un botón enorme de play, información de la pista actual y de la siguiente a sonar y que por supuesto se quedase en pausa al terminar cada pista.
Y al tiempo llegó la inspiración ¡IDEA! ya no había que ceñirse a una hora y cuarto en total de música. ¿Y si intercalamos pistas en silencio de una hora de duración? ¡Olé! Ya está. Sólo hay que darle a Pista Siguiente. El resultado es el mismo.
Pero en general los mp3 son incómodos de manejo para directo, no tienen buenas conexiones de audio y los botones físicos prácticamente ya no se llevan.
Ha llegado la siguiente fase; construir yo mismo los reproductores a medida comprando los componentes sueltos. Pequeños, sencillos, cómodos de manejo, con botones físicos, con enchufe y conexión RCA, con lector de tarjetas microSD y USB.
Esto es lo que tenemos en el Espacio Bebé que acabamos de abrir. También lo estamos utilizando en la Linterna Mágica. Más contentos que chupito y sin Pausa Automática. ¡Ni falta que hace!